25 agosto 2006

blanca y radiante

Es verdad que las niñas juegan a las muñecas un tiempo y nosotros no soltamos la pelota incluso hasta después de jubilarnos, pero no es menos cierto que la ceremonia de comprar un balón pierde en emoción con el correr de los años.
De niño, la compra de un balón implicaba ir con mi viejo a Casa Cuevas en alguno de los viajes de Posesión a Punta Arenas... los dos solos, nada de mujeres. Alguna otra vez mi papá compró uno por su propia cuenta (en todo caso no tuve más de 3 ó 4 y quizás por eso tanta ceremonia) y lo escondió arriba del ropero, eterno escondite de los regalos de mis viejitos, hasta darme la sorpresa.
Cuando por fin me entregaban la "gorda preciosa" venía el ritual de darle unos chutes así como dominando pero con la mallita que regalaban hasta hace años y que uno usaba los primeros días hasta que algún gil, que nunca faltaba, le daba un chute con malla y todo hasta mandarla dentro del arco.
La primera pichanga era terrible porque todo el mundo le daba como si fuera pelota de trapo y uno... poco menos que no quería ni despejarla por no correr la pintura y si el partido te era muy desfavorable agarrabas la pelota y listo, se acabó la pichanga jajaja total había que cuidarla, ¿no? Todo este cuidado y admiración de los demás jugadores duraba hasta que aparecía otro amigo con una más nueva y la tuya pasaba al borde de la cancha a la lista de espera; sólo entraría de nuevo si la nueva adquisición (que durante el partido siempre es de propiedad colectiva) perdía mucho aire, era reventada por algún auto o simplemente no llegaba con su dueño a la cita.
Ayer fui a comprar, después de muchos años, una pelota por encargo para jugar con mis amigos de la Comu y todo fue muy rápido, seleccioné entre varios modelos dos candidatas número 4 y finalmente me quedé con la que parecía más nueva, pagué sin más y sólo sentí la magia cuando una vez casi casi funado el partido por baja convocatoria juntamos a seis y jugamos casi por puro probar la nueva vedette de los partidos... tratando de no despintarla y de hacerse amigos de ella.

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