22 septiembre 2005

dieciocho

El 18 estuvo buenísimo, en realidad todo lo que implica la 'mini época 18'.
C
omo todos los años desde hace un tiempo, fuimos a Tres Pinos en patota, donde la Audomilia. Llegando nada más, como a las 11 de la mañana me ofreció sopaipillas o, en su defecto, chicharrones, así que mejor ni seguir detallando los posteriores ofrecimientos (alfajores, bistec, pulpa de chancho, huevos de campo con queso de... campo... bueno, en realidad como allá es campo, sólo se llaman 'huevos' y 'queso'). Una de las únicas reglas en esa casa es no rechazar las ofertas de mi abuela, a menos que se corra un riesgo serio de cólico o algo por el estilo.
En la tarde-noche nos pegamos el pique a Chillán para ir a buscar a mi prima Susana, que llegó desde Argentina. Al otro día nos vinimos a Concepción cerca del mediodía, aunque en realidad pasamos de largo hasta Penco para juntarno con los Gutiérrez y los Martínez, dos familias amigas de Punta Arenas. Con ellos compartimos un asadito y en la tarde bailamos y cantamos cosas típicas. No me pidan cueca, que soy muy tieso, pero me defendí con un par de valsesitos, guarachas y el infaltable 'costillar' (que después de tanto festejo, definitivamente es mío jajaja).
Al día siguiente nos juntamos en mi casa, en lo que ya parecía una cumbre magallánica, con la llegada de Tito y su hermana (amigos de Manu) y Mario. Estuvimos jugando truco (el único juego de cartas que sé y que es típico de la Patagonia y los países 'che').
En resumen, mezcla de celebración dieciochera y fiesta costumbrista magallánica, lo pasamos de lujo y todo muy bien regadito, como corresponde.

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